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Star Wars. Episodio III: La venganza de los Sith

Star Wars. Episodio III: La venganza de los Sith

T.o.: Star Wars. Episode III: Revenge of the Sith
Director y guionista: George Lucas.
Intérpretes: Hayden Christensen, Ewan McGregor, Natalie Portman, Ian McDiarmid.
Música: John Williams.
Género: Aventura/Acción. EE UU. 2005
Puntuación: ***

Argumento
Película que completa la histórica saga de la Guerra de las Galaxias. Enlaza los episodios de la nueva trilogía con la antigua. Anakin Skywalker (Hayden Christensen), casado en secreto con Amidala (Natalie Portman), lleva a cabo en su interior una lucha entre la Fuerza y su lado oscuro. Tendrá que tomar la decisión de escoger entre ver morir a su mujer en el parto del hijo que esperan o salvarla mediante el poder del lado oscuro de la Fuerza. De esta manera presenciamos la conversión de Anakin en Darth Vader, uno de los momentos más esperados por los aficionados.

Valoración: el fin de una saga
Tras los pufos de Lucas en los episodios I y II, parece que el director se vuelve a reconciliar con sus millones de aficionados al cerrar la saga galáctica. En el camino deja muchas decepciones, aunque ya digo que esta vez ha dado un salto de calidad. Mientras en los episodios I y II no nos ofreció más que una serie de efectos especiales sin una historia interesante ni personajes elaborados, en “La venganza de los Sith” conjuga los efectos con una historia más profunda y unos personajes más trabajados.

En la primera escena, Lucas nos pega al sillón con una escena de una espectacularidad sorprendente: se trata de una batalla galáctica, pero nuestros ojos no son capaces de abarcar la inmensidad de la pantalla. Uno se pregunta entonces si lo que nos espera es otra serie de alardes de efectos. Pero pronto se plantea el dilema de Anakin y su influencia del lado oscuro. Aquí se encuentra el principal gancho de la película, donde desarrolla su tema central.

La evolución de Anakin está bien conseguida. El momento de la elección se da en una escena verdaderamente trágica, en la que Anakin “vende su alma” al “Diablo” (Lord Sidius, el gran lord de los Sith, enemigos de los Jedi). Y como alma que se vende al diablo, Anakin no sólo no conseguirá su objetivo, sino que se convertirá en un ser despreciable y de una maldad inigualable: Darth Vader. Tras las promesas del mal siempre se encuentra el engaño. Y es que no es difícil comparar a Lord Sidius con el Diablo y el lugar de la lucha final entre Obi Wan Kenobi (Ewan McGregor) y Anakin con el mismísimo infierno.

Hay además una o dos escenas más que ponen los pelos de punta y que están realmente conseguidas, gracias a un apoyo impagable de la excelente música de John Williams.

Al terminar de ver la película, los grandes aficionados de Star Wars se preguntarán si todo ha acabado y querrán, seguramente, que alguien siga con la saga. Pero yo animo a que se mire hacia atrás y se descubra el fracaso (si no económico, sí cinematográfico) de las dos películas anteriores a esta última. En definitiva, hay que saber dónde está el punto final, porque ya es bastante la experiencia que nos dice que una mala continuación puede hacer mucho daño a un buen trabajo (véase el ejemplo de Matrix).

Por último, hay que decir que Lucas ha conseguido cerrar todo el círculo sin dejar un cabo suelto: desde la existencia de Darth Vader hasta el más nimio detalle como la separación de los hermanos Luke y Leia o la presencia de Obi Wan Kenobi en el planeta en el que alojan a Luke.

Efectos especiales: ¿lastre o pedestal?
Nuevamente surge la pregunta eterna sobre este tipo de películas: los efectos especiales, ¿mejoran la película o, por el contrario, hacen que se nuble una posible historia? Creo que la pregunta es, muchas veces, mal planteada. Los efectos especiales en sí no constituyen un factor para el éxito ni para el fracaso.

El problema surge cuando los efectos son el fin de una película, es decir, cuando cobran tanto protagonismo que hacen imposible el desarrollo de una historia. Este es el caso de los ya citados pufos de Lucas. Y, lógicamente, a esta lista se sumarían montones de películas que no nos dicen absolutamente nada en dos horas.

Pero en “La venganza de los Sith”, se despliega una cantidad ingente de efectos especiales sin desmerecer la historia. Es más, aunque sí es cierto que tal vez sobra alguna fantasmada, los efectos no ocupan el primer plano en esta película, por muchos escenarios artificiales que haya.

En definitiva, que los efectos son sólo la cáscara de una película. Y tan absurdo sería intentar alimentarse con una cáscara como hacer de los efectos especiales el fin de una película. Lo importante de una película es su historia, es decir, sus personajes.

La música: John Williams
Mención especial merece el compositor John Williams por un trabajo excelente que hace algo mejor a las imágenes. Hay varios momentos verdaderamente sublimes con un uso espectacular de la orquesta y los coros. Éstos últimos dan un matiz muy logrado de épica que envuelve la película. La intención de Williams es la misma que la de Lucas: enlazar las dos trilogías. Por eso oímos temas de ambas, pero siempre de una forma diferente, y también temas nuevos. De hecho, al final de la película podremos escuchar una breve alusión a la famosa Marcha Imperial, que lógicamente no habíamos escuchado en la nueva trilogía.

El Manantial

El Manantial

T.o.: The Fountainhead
Director: King Vidor.
Guionista: Ayn Rand.
Intérpretes: Gary Cooper, Patricia Neal, Raymond Massey, Robert Douglas.
Música: Max Steiner.
Género: Drama/Biopic. EE UU. 1949.
Puntuación: ****

Argumento
Howard Roark (Gary Cooper es un arquitecto que presenta proyectos novedosos, tanto que todos le recomendarán que deje esos proyectos y dé al público lo que quiere. Roark se mantiene firme en su postura, ya que defiende la personalidad frente a la masa y cree en el arte por el arte. En todo esto, entrará en juego una crítica de arquitectura (Patricia Neal) que desprecia lo que está al uso, y que comenzará a admirar a Roark, al que más tarde amará. El director de un periódico importante (Raymond Massey) intentará manipular a la masa para que odie a este nuevo talento. Entre los tres se establecerá una relación un tanto curiosa.

Valoración: el individuo y la masa
Howard Roark es un artista, pero no sólo eso, también un hombre íntegro, de una sola pieza. ¿Egoísta? ¿Orgulloso? Tiene claro lo que quiere, y eso le lleva a no abandonar su camino a pesar de las dificultades, a veces enormes. Exalta de esta manera el individuo frente a la masa, aunque tal vez haya que matizar este aspecto.

La visión que se nos da en la película del individualismo puede llegar casi al absurdo ante la desmedida exageración en el orgullo de los personajes. Lo que realmente acabamos pensando es que se lleva a los personajes a circunstancias extremas, que verdaderamente no existen. Pero independientemente de esto, creo que es interesante la reflexión ante la manipulación mediática y la capacidad de un hombre para aguantar esas tormentas con entereza.

En nuestra sociedad es realmente curioso cómo el individualismo que nos invade es brutal; pero sin embargo, al observar a nuestro alrededor, vemos que esos hombres, esas mujeres, que creen ser el culmen del individualismo, seres sinceramente libres, no lo son. Más bien al contrario: la gran mayoría de la gente piensa igual, hace lo mismo. Es cruelmente irónico cómo el individualismo de nuestra época se ha convertido en un "individualismo igualitario y uniforme", donde una nota discordante, un hombre o una mujer realmente valiosos, diferentes al resto, son despreciados como un "elemento no apto".

La vida está llena de ironías...

¡Qué verde era mi valle!

¡Qué verde era mi valle!

T.o.: How green was my valley!
Director: John Ford.
Guionista: Philip Dunne.
Intérpretes: Roddy McDowall, Walter Pidgeon, Maureen O'Hara, Donald Crisp, Sara Allgood.
Música: Alfred Newman.
Género: Drama. EE UU. 1941.
Puntuación: *****

Ganadora de 5 Oscar: Película, Director, Actor de reparto (Donald Crisp), Fotografía en blanco y negro, Dirección artística en blanco y negro. Nominada a 5 Oscar: Guión adaptado, Actriz de reparto (Sara Allgood), Música, Montaje, Sonido

Argumento
Los Morgan es una familia que vive tranquila en la Gales minera de principios de siglo. Los 6 hijos y la hija crecen felices y fuertes en un ambiente de cariño. Pero el paso del tiempo y la industrialización del valle en el que viven llevará a situaciones conflictivas y poco a poco, los hermanos irán abandonando el valle para retomar su vida en otros lugares lejanos. La historia está vista como un flashback del pequeño de los hermanos, Huw, en el momento de abandonar el valle como el último Morgan.

Valoración: la nostalgia
Es obvio el tema que esta película toca: la nostalgia ante el inevitable paso del tiempo y el recuerdo de los felices años que quedan atrás. Se trata de un tema muy recurrente en el arte, la literatura y el cine, pero no por eso menos interesante o profundo. Es más, se trata de un tema del que se pueden decir muchas cosas, pero sólo la vivencia personal es capaz de comprenderlo en toda su amplitud. Las palabras o imágenes que se nos presenten siempre se quedarán cortas, pero sí que podrán evocarnos momentos o sensaciones y transmitirnos sentimientos muy profundos.

Y es que, ante el paso del tiempo, caben unas pocas opciones. Y todo depende, curiosamente, de cómo afrontemos el final de todo ello, es decir, la muerte. No quiero comenzar una especie de disquisición tremendista o apocalíptica, pero muchas veces me pregunto: ¿por qué tanto miedo a hablar de lo único seguro que tenemos en esta vida? Pero aún así, estoy convencido de que muchos detendrán aquí su lectura. Tras esta pequeña aclaración continúo con el discurso. La primera de las maneras de afrontar la muerte es con la desesperación: "la muerte es el final de todo lo bueno que tengo y que puedo hacer". Esta idea lleva a la desesperación ante el inminente final y a un recuerdo atormentado de todos los buenos momentos que se han pasado. También puede llevar a un alocado "carpe diem" sin reflexión ni freno algunos. Como segunda opción de enfrentarse a la muerte está, sencillamente, el no preguntarse por ello y apartar de la vista todo lo que recuerde o huela a muerte, empezando por "energúmenos" que me recuerdan que he de morir al comentar una película. En fin, ni que decir tiene que esta solución es un tanto absurda... Pero creo que existe otra forma distinta de afrontar la muerte: viéndola simplemente como el paso a otro estado, generalmente a mejor, aunque eso dependerá de nosotros.

¿Qué tiene todo esto que ver con la película y el paso del tiempo? Mucho. Ante esta última manera de enfrentarse a la muerte, los recuerdos son imágenes entrañables que nos pueden hacer soltar alguna lágrima, ciertamente, pero será de alegría. Mucho más aún si durante nuestra vida hemos dedicado todas nuestras fuerzas a hacer felices a los demás. Y en esta forma tan maravillosa de afrontar el fin de nuestra vida en la tierra no cabrán los buenos recuerdos que nos torturen.

¿"Todo tiempo pasado nos parece mejor"? Es una pregunta que ha de hacerse uno mismo. Pero ya digo que es muy curioso lo importante que es nuestra visión de futuro a la hora de juzgar nuestro pasado. Muy curioso...

Valoración técnica
Y ya concretando un poco más sobre la película, su historia y sus personajes, me gustaría recalcar a estos últimos. John Ford es único en la creación de personajes y su excelente caracterización en apenas unas pinceladas. Muy pocos directores de cines han sido capaces de dar a sus personajes esa fuerza. Pero no se trata sólo de los personajes principales. En esta película, todos los componentes de la familia Morgan quedan bien dibujados, así como el reverendo Gruffyd o el gracioso Dai-Bando.

En esta película, además, Ford trata de plasmar la transformación de la vida en los antes tranquilos valles galeses. Más tarde, en El hombre tranquilo, volverá al reflejo de la que nos parece ahora la ancestral vida rural. Pero aquí intenta captar, sobre todo, el brutal cambio que afecta tanto a economía como a los individuos, uno por uno. Y todo ello desde la inocente visión de un niño que poco a poco se convierte en un hombre: el pequeño de los Morgan, Huw.

Por último, me gustaría destacar la impresionante capacidad del director para alternar el drama con la comedia. Escenas de un humor desbordante dan paso segundos después a trágicos sucesos. Uno se encuentra riendo y llorando casi al mismo tiempo. Sólo un genio sería capaz de hacer esto. Y John Ford lo hace.